-Bueno, y tú...¿no ibas a quitarte de "eso"?
La aludida, la embarazada, se echó mano a su vientre y le contestó:
-Sí, "tía", pero es que ..."Migue" ahora no quiere darme la "pasta", que dice que le da un poco de pena . Claro , como él no tiene que sufrirlo...El cabrón se mueve como si estuviera jugando al fútbol...
Me quedé petrificada. La mujer argentina que estaba oyendo todo como yo y creo que como cualquier viajero, se inclinó hacia ellas.
-¿Y vos sabés que lo que llevás ahí dentro, ya es muy mayorcito y que será un bebito precioso?
-Oye, - le contestó la preñada en un tuteo dañino - ¿por qué no te metes en lo que te importa? ¿quién te ha llamado a tí?
-Pues tú misma. Estás hablando a voces, como provocando para que nos enteremos , ¿o no?
- ¡Vete al cuerno, vieja...!
Pero la mujer, no se calló y, mientras se preparaba para bajar en su destino, aún dijo:
-¿Oístes?...A los bebés los hacen puré...los trituran...Ni las alimañas matan a sus crías...
Un hombre intervino:
- Dejelas, señora. No sienten pena, ni tienen alma...
Allí quedaron las dos riendo, pero algo menos habladoras porque "la vieja", las había frenado en su pregón de muerte por todo el autobús y yo, que seguía frente a ellas, amparada en mi cobardía, que no creo que fuera prudencia, no pude evitar mirar unos segundos a aquel vientre abultado donde un pequeñín flotaba tranquilo metido en su madre. Puede que fuera algo pelirrojo como ella lo era y tendría un hoyuelo en la barbilla como ella lo lucía. Guapo, seguro...o feo...¡que más daba! pero eso sí, ajeno a que, en breve, no nacería nunca a la luz de la vida porque le iban a reventar todas las pequeñas venas de su recién formado cerebro o le iban a provocar un infarto en su corazoncito de dos centímetros.
Solo cabía esperar a que "Migue" no diera la "pasta" y aquel pequeñín hiciera la felicidad de alguien que anhelara querer a un hijo que no podía engendrar, si la madre decidiera seguir hasta el fin de su gestación con "eso".
Nos bajamos en la misma parada. Yo me dirigí a mi casa llena de angustia y ellas, se integraron en una manifestación pro-aborto animada de timbales y ruido, y con aquel puñado de gente vociferante, se dirigieron hasta la plaza del Arzobispo a culpar a alguien de no poner remedio a las imprevisibles consecuencias de algunos de sus escarceos...