domingo, 26 de octubre de 2008

FRANCISCO JAVIER ILLÁN VIVAS



Fiel a mi gusto por dar a conocer de vez en cuando, a autores murcianos que han dado brillantez a nuestras páginas literarias, me complace presentar hoy, a un escritor paisano, comprometido y vocacional y que por suerte solo tiene cincuenta años recién cumplidos, lo que quiere decir que navegará mucho tiempo por estos mares de las letras en los que nos gusta sumergirnos a más de un admirador de la magia que desprenden.

Francisco Javier Illán, nació en Molina de Segura (Murcia) en octubre de 1958, emigró con sus padres muy joven a tierras extremeñas, pero al igual que Alberti, que no pudo ni quiso perder de vista al mar que le vio nacer, Illán añoraba su tierra y su huerta, el entorno en el que vio la luz primera, las pequeñas casas junto al río, los abuelos ancianos y regresó con veinte años de edad dispuesto a cantar todas estas cosas que habían arropado una infancia feliz y dedicarse por entero a su vocación literaria.

Trabajador infatigable, dinámico - eso fue lo primero que hizo que me fijase en su obra- cultivador de cualquier género, desde el cuento a la poesía, el relato, crítica y comentario ( ha colaborado en muchas revistas tanto nacionales como extranjeras) acaba de publicar la segunda novela de una trilogía fantástica "La cólera de Nébulos".

La primera parte de esa saga se llamó "La maldición" (Nausiccä - 2004) va por la tercera edición y la segunda entrega, recientemente publicada, "El Rey de las Esfinges" (Loto XII) promete ser todo un éxito por sus connotaciones descriptivas llenas de originalidad dentro de la más imaginativa fantasía.

La poesía que ofrece, está cargada de nostalgias, de recuerdos. Un canto de amor por todo aquello que vivió en su niñez y que el tiempo fue cambiando y tapando, pero que nunca quedó en el olvido...


El arriate pleno de flores
ahora es abandono
en los colores
y en el alma
Nada recuerda sus muchos olores
tampoco los susurros con que regabas
caléndulas y lirios
margaritas y violetas...(:)

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Cada poema es
esa instantánea
de quien soy
y cuanto siento
como brota del alma
descuidada,
desarreglada,
del foso
en donde vivo.
Creciendo como espuma
soy, en ese instante,
lo que escribo
sin cerrar los ojos
sin sombras
a la luz
de tus pupilas.

jueves, 16 de octubre de 2008

PASAR PÁGINA




Las microdecepciones guardan relación con el relato personal que cada ser humano escribe mentalmente al compás de sus días. Nuestro relato no está inmunizado ante la decepción. A veces se veía venir, dices, y otras te asalta por sorpresa cambiando renglones y moviendo palabras sin punto y aparte; ahí donde había cercanía escribes falsedad, donde leías cariño, ahora figura rechazo. Se trata de decepciones pasajeras, por lo que sus garras no tienen categoría de envite, pero resultan descorteses e incluso miserables. En ellas puede cobijarse la ignorancia o la falta de reconocimiento, el ninguneo o la envidía que esperaba impaciente el momento para su puesta de largo.

Pero tal vez lo más intolerable de las microdecepciones sea su falta de elegancia; su espesura contrapuesta a lo noble y a lo transparente. Es como si todo tuviera un precio. A veces las relaciones de trabajo se camuflan - por interés - bajo falsas muestras de amistad mientras algunas relaciones amorosas se confunden con historias imaginarias que nunca serán tal y como se había soñado. La buena noticia es que en ocasiones son mucho mejores.




Ésas son las verdaderas conquistas, aunque para lograrlas hay que vivir a cara descubierta, sin reprimirle al corazón sus discursos temerarios.

Las relaciones humanas, la amistad y el compañerismo son una de las principales fuentes de la felicidad según estudios de la psicología positiva y la capacidad de amar , en las personas dichosas, es superior a sus miedos. A menudo nos aconsejamos unos a otros precaución en las relaciones humanas, medir la entrega, aprender de las decepciones y aunque la experiencia no es garantía de nada, te enseña en muchas ocasiones que tus problemas, son en realidad los problemas de los otros.

viernes, 10 de octubre de 2008

ASUNCION... otra vez

Mi prima y yo desayunamos en una cafetería muy coqueta de Trapería. Da gusto pasear por Murcia tempranito en este tiempo de otoño a pesar de que las mañanas han refrescado algo. Charlando como íbamos, me he fijado en una señora que me ha resultado familiar a la altura de Santo Domingo.

-Mira, Chon, parece doña Lola…

¿Para qué lo he dicho? Asunción, se ha detenido de repente, me ha soltado el brazo y se ha lanzado literalmente a la señora que se ha quedado asombrada mientras recibía unos formidables y apretados abrazos con sus meneos correspondientes.

-¡Doña Lola!...¡Ay, doña Lola cuánto tiempo…!

Doña Lola había sido maestra en mi pueblo y había educado a toda una generación que nunca pudo olvidarla de puro bien que lo hizo. Ni mi prima ni yo fuimos sus alumnas, pero como todos, llegamos a quererla y respetarla y ella nos conocía bien. Asunción no podía contener las lágrimas mientras yo me he quedado plantada a unos metros observando la escena. Sí que la quería, sí.

-¡Doña Lola…! ¡Es que no puedo creerlo! ¿Cómo está usted?

Al fin iba a dejar que se expresara la mujer que la miraba extrañada.

-Pues…ya ves, hija mía, cada vez más vieja, pero…

-¿Vieja? Pero si está usted igual…-Ha dicho mi vehemente prima sin dejarla hablar- ¡Ni se le ocurra decir eso…!

-Pues yo me noto sin fuerzas, ya ves. Me duele todo. Tengo una artrosis que nada me alivia…

-¿Artrosis? No diga eso. ¡Yo soy la que estoy hecha una pena con cincuenta años recién cumplidos…!

Tenía que haber interrumpido. Asunción se pasaba ¿Cincuenta años? Cada vez se quita más edad esta prima mía. Ahora es menor que el hermano que le sigue en orden. No tiene cura.

-Cuente…¿Cómo no va usted por el pueblo? ¿No se acuerda de lo que la queremos por allí? ¡Cuánto se la echa de menos!

-¿Ah, sí? ¿Se me echa de menos? ¿En qué pueblo, hijica?

Asunción se ha separado de la mujer unos instantes y ha dejado de moverla. Luego la ha mirado de frente y después me ha mirado y ha vuelto a la carga. Si doña Lola era presa de alguna enfermedad traicionera, había que hurgar en ese cerebro dormido.

-¡Que soy yo! ¡Asuncionica, la hija de sus vecinos!

-Ahhh …-ha sido la respuesta.

-Pero bueno, ¿usted no es doña Lola?

-Mujer…yo siempre he sido Lola…así, a secas…sin el “doña”

Asunción, despertaba. Ya no lo tenía claro.

-Usted …¿no era maestra en Molina de Segura?

-¿Yo?...Pues no. Yo he pasado por Molina de paso, hija, y no soy maestra, soy la hermana del cura párroco de Santo Domingo y ama de casa…

¿Cómo le decía a mi prima que doña Lola, de la quinta de nuestras madres, se murió hacía ya muchos años y que era más lógico que ella lo supiera y no yo, que siempre he estado fuera del pueblo?

Le ha pedido perdón a la buena mujer y la buena señora, a cambio, le ha dado un montón de besos como consuelo por no ser la Lola que Asunción creía. Un encanto.

-Lo siento, hija. Me habría gustado ser esa maestra de tu pueblo…

De vuelta, sin cruzar palabra, he notado cómo mi prima me miraba de reojo. Llevaba las manos en plan cartujo enlazadas sobre el estómago como para aprisionarlas y no abofetearse por su ridículo. Solo dos frases hemos cruzado antes de la despedida.

-Si te llegas a reír…¡no vuelvo a mirarte a la cara!- ha dicho ella.

-No, era para llorar- he dicho yo – porque si no hubiera estado muerta, seguro que la matas tú con el traqueteo del cuello que le dabas…

-¡Prima, que te conozco…! ¡¡Ni se te ocurra burlarte que eso de equivocarse le pasa a mucha gente!!

-Si…Pero nadie trata de romper las vértebras a nadie aunque fuera conocido y….

-¡Chisss…!

Señor, es terrible contener la risa…Difícil y terrible. Doy fe.

Perlas del Segura