domingo, 20 de septiembre de 2009

OGROS


En el blog "La maldición de Capistrano", hablaba desde esa su cueva, mi admirado señor De la Vega sobre el cuento de la Caperucita entre otros y decía poco más o menos, lo que cambian las versiones. A veces esos cuentos no tenían nada de infantiles y sus autores no tenían empacho en relatar las maldades de sus protagonistas y de todos aquellos que los rodeaban. El servir en bandeja los despojos del ladino lobo a nuestra inocente y desobediente niña, o la alusión a la abuelita destripada por tan maligno animal, o cómo en otra historia, la bella Rapuncel no era más que una lasciva de mucho cuidado a la que hubo que encerrar en la torre como purga por sus casquivanas veleidades, nos da idea de que no somos ahora mucho más malos en nuestra inventiva que aquellos retorcidos y famosos recopiladores y autores de cuentos"infantiles".

Luego pasa, lo que pasa y es que ni de lejos podemos ver a una madrastra porque de antemano ya sabemos que es una malvada mujerzuela capaz de hacer embutido con sus desgraciados hijastros por poner un ejemplo. Personajes maltratados.

Mi nieta -de cinco años- nos llegó diciendo que la tía de su mejor amiguita, tenía un novio que era ...¡un ogro!
-¿Cómo es eso, hija? -quisimos saber.
-Es muy grande, "abueli" y tiene un solo ojo enorme blanco y una boca grande, grande, también...Seguro que es malo.
¡Ya estamos con los poderes maléficos de la propaganda "cuentil"...!



Como puede suponerse, mi curiosidad se disparó. Conozco muy bien a las protagonistas de la historia, lo mismo a la amiga de mi nieta y también a la tía, una encantadora señorita, algo marcada porque debe andar por los cuarenta y tantos, soltera hasta lo que yo sabía y que solía dejar a sus sobrinitos en el colegio aprovechando la cercanía a su trabajo y a su horario. Muy sociable y simpática...¿Un ogro? ¡Santo cielo! Encima de tener el arroz algo pasado, va y se conquista a un ogro...¡Pobrecita!

Esperé la hora de recogida de niños algo impaciente, lo confieso. Llegué pronto pero mereció la pena. Ella llegó acompañada de su ogro particular. A golpe de vista, tamaño de ogro, total. Un ogro encorbatado e impoluto que miraba embobado a su acompañante, con sonrisa justa de medio bies. Se veía flechado por la ilusión y correspondí desde lejos al saludo amable de la chica sin dejar de observar -con disimulo, eso sí- a su acompañante. Luego, se acercaron...y me lo presentó y menos mal que sin la presencia de mi nieta porque obviamente, la criatura, no lo vería como yo. El hombre, de casi dos metros...era tuerto, pero hasta el parche del ojo, le daba un aire...Bueno, muy bien. Sobresaliente alto. No llegaría a matrícula de honor por culpa de ese ojo ausente, pero casi. Algo así como una mezcla de Jhon Wayne en su mejor época y de Hugh Jackman en la actual...

¿Qué le digo a mi nieta? -Mira, nena, un señor tuerto, no tiene que ser un ogro forzosamente y la boca de este señor, no es grande, hija. Es una boca justa, sonriente y felíz de dentadura natural impoluta o que no baja de los treinta mil euros, que también es buena señal...

Mejor parche, interesante, incitador a la curiosidad, para saber qué escondida e interesante historia se esconde detrás, que un ojo de cristal, inerte y siempre padeciendo de admiración y sorpresa bobalicona y eterna (el ojo falso, claro.)

Ya me enteraré de cómo se han conocido...(¡Vivo sin vivir en mí!) Y me alegro por la tía de la amiguita de mi nieta y en cuanto tenga ocasión y sin su Adonis tuerto delante, la felicitaré sincera y efusivamente en su alegría que se le sale por los poros y con razón. Seguro que me cuenta...

Voy a inventarme alguna historia sobre ogros que cautive a mis nietos a ver si de una vez por todas aplasto el maleficio sobre estos personajes. No hay derecho a maltratar a estos seres y sus derivados...

viernes, 11 de septiembre de 2009

ADIOS, CARONTE




Caronte, el caballo frisón, el del porte señorial e imponente, se ha muerto. Tengo clavadas las palabras de mi hija, su dueña, tan dentro que aún no he podido reaccionar.

" Yo llevé a mi caballo al hospital con mucha esperanza y solo me han devuelto una trenza de su preciosa crín que le hice ayer y que aún olía a su gel, la cabezada y las espuelas..."

La avisaron para que acudiera con prisa a la cuadra, porque se había hinchado mucho y no había querido comer. Cuando llegó, el pobre le acercó su cabezota y la descansó en su pecho buscando el amparo y la caricia de quien tanto lo quería y aún tuvo fuerzas para rozar con su belfo temblón la mejilla del ama en un beso de despedida. Allí estaba con una gota de lágrima ambarina en sus enormes ojos de azabache y se dejó llevar sumiso, como lo era con ella, hasta la caravana que lo había de conducir hacia dónde se suponía iban a encontrarle remedio, pero no llegó vivo y se perdieron en nada las dos horas de ansia y de viaje. Un cólico fulminante.

Era un bebé: solo seis años de nada y tres en poder de mi hija. ¡Con lo felíz que se sentía con él, que todos sus males se le pasaban! Desde que tenía cinco años, todo era pedir un caballo "aunque fuera pequeñito"...Y ¿quién le razonaba a una niña del lujo que suponía y más para alguien sin lugar fijo dónde vivir? Primero fue un caballo grande de cartón y después una hucha, siempre improductiva y estéril, que nunca lograría el fín para el que nació y cuando al final lo logra...solo por tres años.

Hace quince días estuvieron en un espectáculo donde se lucieron con su fantástica doma los dos y en otro momento de la misma exhibición, en un número a oscuras, los espectadores solo podían ver los artísticos movimientos de Caronte por las luces colocadas en sus patas y su crin. A mi hija, la felicidad por los aplausos, se le salía por la piel aunque ella no se viera hasta el final cuando las luces se dieron. Todo ello hecho de forma altruista.

Hay cosas peores, le decimos y se dice a sí misma buscando el consuelo. El llanto y el sufrimiento humano, la amargura de un niño, una desgracia familiar, eso es lo más terrible, pero Caronte vino a taponar otra amargura en ella, terrible también y fue una terapia y un bálsamo eficaz para su curación. Por eso todo lo queríamos aunque los que no conocen a los animales no lo entenderán nunca.

Yo he querido ofrecer esta elegía en prosa a nuestro gran amigo. Al peluche gigantón como de terciopelo negro que tenía un corazón dócil de algodón y melaza. Al único besucón de su especie que parecía entender y que ya estará por los infinitos prados de algún cielo maravilloso, llenos de amapolas y margaritas silvestres por las que tanto le gustaba galopar y seguro, que enviando un soplo reparador para la pena de su ama que tanto lo necesita... Ella y todos nosotros los que sabemos de su dolor.



martes, 8 de septiembre de 2009

DE VUELTA



No se me han acabado las vacaciones, no. Las mías, desde la jubilación, son eternas y solo trabjo en aquello en lo que he de implicarme a gusto porque eso de estar ocioso, no me va, pero es una gozada no estar pendiente de horarios, de organizaciones estrictas, de responsabilidades más o menos peliagudas y de rendir cuentas a alguien que siempre,o casi sempre, va encontrar un "pero" en la perfección porque de lo contrario no sería el jefe.

Lo peor es que la jubilación, viene marcada por el paso indefectible del tiempo. Aparece alguna que otra "gotera" y al subir las cuestas, llegas casi de las últimas...Vaya...¡sorpresa! Pero si estoy muy bien ¿a qué se debe eso? ¡Je, je...! No sé si me ha parecido oír una risilla maliciosa.

Pues a los más jóvenes os digo, que deseo de corazón que tengáis un buen trabajo,duradero y fuera de crisis, es decir bien remunerado y ¡cómo no!, que lleguéis a estas otras vacaciones desde donde se nota pasar el tiempo con la placidez con que se notan las caricias.





Y para los más curiosos o sensibles que me siguieron en la última entrada, os diré que el jilguero descolorido y descarado que tuvimos dieciocho días en casa...Se fue. Voló glorioso por su cuenta el muy ingrato y ni un pio de agradecimiento después de darle de comer en nuestra mano. Un descuido mío por abrir las ventanas de mi cuarto de par en par sin acordarme de la naturaleza de mi invitado, confiada en exceso en que su agradecimiento pajaruno sería más fuerte que sus ganas de volar alto y lejos...¡Yo que soñaba para él un entorno verde y florido por los cauces del Turia! Y es que, no es por disculparlo, pero pienso que tenía complejo con eso de ser mitad jilguero y mitad gorrión. No cantaba como aquellos y, encima, sacó la picardía absoluta de su otra mitad como pájaro vulgar. Eso le salva para disculparlo -solo un poco- y que siga en mi recuerdo, porque de lo contrario...¡qué corcho! ¿Pues no que me estoy emocionando por un pequeño pajarico?

Perlas del Segura