miércoles, 20 de enero de 2010

LA VIEJA ESCUELA

Me envió un correo hace unos días un ex-alumno. hoy respetable padre de familia con profesión sin crisis (de las pocas, creo yo) y me manifestó su pesadumbre porque no le avisaran del acto que hubo en su pueblo y del que dejé testimonio en mi entrada anterior. Era pariente del chico premiado y además nos podíamos haber visto después de casi...ni me acuerdo los años.

Me recordó una anécdota muy divertida. Aquella escuela contaba con unos alumnos de lo más inteligente que he conocido a lo largo de mi profesión . Era unitaria, tenía chicos y chicas de edades diversas y un montón de ellos. Nada de los 25 alumnos por aula como ahora más o menos.

Escribía en la pizarra tareas para cada grupo y de esa manera mientras trabajaban en ellas, yo me dedicaba a los pequeños leyendo individualmente con cada uno adelantando al que se quedaba rezagado y haciendo distintas cosas de interés, pero apenas me daban tiempo porque tenían tanto afán en saber más o terminar antes que los demás los mayorcitos, que la frase "ya he acabado" se me clavó de tal forma que temblaba cuando estos super alumnos se acercaban a mi mesa. Juro que entendían de todo y que los pocos libros que había en lo que llamábamos "la biblioteca", (unas repisas caseras) se los sabían casi de memoria.

Este chico, de unos nueve años por entonces, se acercó mientras yo atendía a un parvulito y antes que dijera nada le dije improvisando un poco harta con aquella actividad tan competitiva:

-" Cuenta las moscas que hay en clase y luego, sacas las docenas.

El chaval, que hablaba con la "z" ni se sorprendió. Lo observé un poco apenada por haberle mandado tal trabajo pero el resultado fue muy curioso. Cuando llegó a su sitio, sacó su bocadillo de nocilla y fue esparciendo aquí y allí unas migajas por encima del pupitre. En aquel recinto en plena huerta, bastante pequeño, teníamos "muuuchas" moscas porque además de los abonos orgánicos, en unos corrales cercanos había cerdos y con el calor encima, los dichosos insectos eran inquilinos constantes. El chico miraba a los cristales, al techo, pero sobre todo, a los pedacitos de pan endulzado con chocolate. Al fin, dió por resuelto el problema. Se acercó a la mesa con un gesto mitad de triunfo, mitad de tristeza y habló:

-
"Ya ezta, zeñorita. He "contao" cincuenta y zeiz mozcaz, un tábano y una "bizca chiquitica"que no la cuento. Azí que zon cuatro docenaz de laz gordaz y zobran ocho y el tábano."

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¿No cuentas a la chiquitica? ¿Por qué? ¿Y cómo has notado que era bizca?

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Puez porque la he "dejao" yo. Era una avaricioza, porque habiendo "miajicaz" de pan, ze vino al bocadillo y le "dao" encima con el libro y al "ezpachurrarze" ze le han ido loz ojoz uno "pa" cada "lao" y...¡tengo una pena!...Pero ezo no ze hace...


martes, 5 de enero de 2010

LA TORRE DEL OBISPO

Con motivo de la entrega de premios del "Primer Concurso de Relatos Cortos" sobre la emblemática Casa de la Torre Vieja, Casa del Obispo o Torre de los Moros, situada en El Paraje, término municipal de la villa de Alguazas en Murcia, fui invitada a que cerrase el acto con algunas anécdotas de ese lugar que conocí muy bien sin otro mérito, primero (que ya he repetido muchas veces) por lo a gusto que me encuentro cada vez que visito mi tierra y saben mis paisanos que no puedo negarme a ir para cuando me necesiten; segundo, porque por allí inicié mi andadura como docente y fue una ocasión estupenda para reencontrarme con antiguos alumnos, familiares y personas que formaron parte de mi día a día por entonces y me sentí muy feliz.



La Torre del Obispo, antes y después de su rehabilitación


La Torre del Obispo, de finales del siglo XII se cree, es hoy gracias al tesón y esfuerzo de una asociación conocida como "Los amigos de la Torre" sobre todo y del Ayuntamiento de la localidad, un Museo Etnológico y su mayor encanto radica en que está en el corazón de la huerta entre los ríos Segura y su afluente el Mula y que se ha tratado de conservar todo el encanto medieval de la fortaleza que un día defendiera con todo empeño, la valerosa reina doña María de Molina.


El joven ganador llamado casualmente, Vicente Torre del Castillo, de veinte años de edad, lo ha hecho con un relato titulado "La princesa mora" y cuenta, que aunque nunca se le había ocurrido presentarse a un concurso literario, la ilusión de haber sido reconocido su trabajo, le ha motivado para seguir escribiendo. Eso siempre es bueno, así que le felicité y todos le desearon lo mejor.


Distintos rincones de la Torre tras su rehabilitación.



Sobre estas líneas, el viejo mapa donde comencé mis clases de geografia hace 40 años, sala de exposiciones, y entorno actual que rodea la Torre.



La señora María, madre de mis alumnos Maruja y Joaquín, que hacía un arroz y conejo buenísimo. Presidente de la asociación Amigos de la Torre y su esposa.


El Salón de Actos comienza a llenarse, y comienza la conferencia... con humor.



El ganador del concurso Vicente Torre del Castillo, y el subdirector de la revista digital Agora, escritor y crítico literario Francisco Javier Illán.

Perlas del Segura