martes, 24 de mayo de 2011

CONTINUACIÓN...

En el correo me piden que acabe la aventura de la boda en Lorca. Pues voy sin demora que hay curiosidad y yo apenas tengo tiempo para publicar. Se acercan las vacaciones y el blog debe descansar en breve.
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Aquello fue muy inesperado y ni siquiera en el cine había visto nada igual, entre otras cosas, porque hasta entonces veía pocas películas, pero ver al novio desplomarse en su silla de terciopelo rojo, blanco como la nata, y tirando del nudo de la corbata para facilitar a la saliva su paso por la garganta, eso era digno de ser grabado para la posteridad. Un guión penoso e impactante.
Mi prima y yo, que según ella estaríamos por los catorce o quince años, nos levantamos como lanzadas por un resorte y tomamos posesión delante de la primera bancada que ocupaban los invitados más allegados...(¡Faltaría más!) La novia se llevó las manos a la cara y se cubrió el rostro a la vez que soltó un ¡ay! penoso. Luego ante el llanto de la chica, el novio, con voz titubeante, volvió a manifestarse sin dejar de mirarla en su pena:
"_ No...No quiero, señor cura. Yo vengo hoy aquí engañao..."
Dos hermanos de la novia y un primo, grandes como tanques, hicieron el gesto de ir hacia él, pero los sujetaron, afortunadamente, unas señoras bizarras y valientes, porque de tener valor era ponerse a forcejear con semejantes ejemplares de tíos. Eso, o yo era corta de estatura, que también podía ser.
Don José, aquel cura santo, párroco de San Diego, que no tenía nada suyo porque todo lo repartía, salvo la sotana raída y unos zapatones gastados, invitó a que pasaran los novios a la sacristía y lo consiguió después de muchos esfuerzos, porque no debían pasar todos. Solo los padres y padrinos de los contrayentes, algún otro familiar incluido los tres tanques y...nosotras. Mi prima, algo más prudente que yo, pero poco, se quedó rezagada, así que cuando cerraron las puertas de la sacristía, se quedó fuera. Sola yo ante el peligro y mi insaciable curiosidad.
Habló el macilento novio, verde y nervioso:
"-Don José...La hermanica de la novia, no es su hermanica...Es su hija, Padre, ¡su hija!
El buen sacerdote, se calló sorprendido unos instantes y casi todos se pusieron a llorar -yo también, no sé el porqué- y, menos la novia, cabizbaja y muda, con los ojos emborronados de azul todos hablaban a la vez atropellándose, entre suspiros acongojados y sorbitones de mocos.
Don José se hizo oír. Decía algo de la Magdalena...de cariño...de arrepentimiento...
La mujer del sacristán, Piedad, haciendo honor a su nombre, trajo agua de azahar y fue repartiendo para que los nervios se templasen y como yo era una más, pues me arreó la buena señora medio vaso que casi echo las tripas porque nunca me gustó ese remedio. Me figuro que me estuvo bien empleado.
Acabó el pobre contrayente admitiendo que quería a su novia y que también había tomado mucho cariño al angelito de la niña en los dos años de relación que llevaban, pero que se lo tenían que haber dicho porque empezar así una vida en común, era falta de confianza.
Una comadre de aquellas hizo un comentario desafortunado:
"-Pues mira, mejor. Así ya sabes que vale..."
A mí aquello, me resultaba chino total. ¿Para qué había de valer? Es el caso, que cuando ya estaba casi convencido el muchacho, casi da marcha atrás por culpa de aquella observación de la gitana.
No me extenderé más, porque "salimos" de la sacristía consolados, convencidos y hasta el novio, amoroso, sin perder su color de aceituna, besó a la novia en la frente (claro) varias veces y los mastodontes le daban para congratularse cada palo en la espalda, que más que de amigos, era una buena tanda de latigazos.
A la salida, el flamante esposo con su hijastra-angelito en los brazos. Miradas tiernas sin rencor a su guapa y joven mujer. Ella con los borrones en los ojos y los párpados enrojecidos. La madre de él, la madrina, con gesto fruncido y mi prima y yo...muertas de pisotones porque a la fuerza queríamos mantenernos en primera fila.

Me digo que ahora esto no hubiese ocurrido. Al menos por estos motivos. El novio iría al altar o al juzgado consciente de que iba a encontrarse con una hijita desde el principio y nosotras, acostumbradas a los tiempos que nos ha tocado vivir, ni siquiera nos hubiésemos quedado a una ceremonia en la que nada pintábamos. Me hubiese ahorrado el trago de la angustiosa agua de azahar.

lunes, 23 de mayo de 2011

DESCONCIERTO


Amigos, me desconcierto. Hace unos meses recibí un e-mail en el que me explicaban lo malo que es el aspartamo para el organismo. Bueno, pues dejé de tomar sacarina, que a veces lleva esa química en su composición aunque la mayoría de las veces, no es así.

¿Por qué dejé de tomar azúcar? Pues porque se nos dice que es hidrato de carbono, engrosa nuestras venas, tú engordas y encima te puedes hacer diabético. Me pasé a la sacarina que me resultó tan dulzarrona, que me costó acostumbrarme. Pero ya, con eso del aspartamo, que no sé qué es y que suena a guerrero griego, también abandoné y me tomo el café sin nada. Amargo total. Lo saboreo, lo paladeo, me deleito en su aroma mientras cierro los ojos y me transporto a un cielo de cafetales mecidos por un viento suave...

El café -leí en un nuevo mail- es fuente de vida: activa el ritmo cardíaco a los que lo tenemos remolón y perezoso, taquicardia arriba o abajo...Estimula el apetito...Provoca actividad alegre...

Pero ayer...¡Ay, ayer...! Resulta que vuelvo a recibir un nuevo correo: nada de café. Puede provocar extra-sístoles. Ennegrece el intestino (claro, no lo iba a poner blanco). Acelera el pulso. Puede producir imsomnio y...¡disminuye el apetito! ¿En qué quedamos, primo?

Ya no sé qué pensar, pero he vuelto a la sacarina y cuando me apetece, al azúcar y me tomo cada café, descafeinado, eso sí, que se puede cortar con cuchillo y tenedor. Porque me gusta y me da buen humor.

martes, 17 de mayo de 2011

ALGO DE FEMINISMO


Hablando de Lorca, recuerdo un hecho que no tenía que haber ocurrido si el cura hubiese preguntado alterando el orden que perdura hasta hoy en la ceremonia del matrimonio.
Mi prima y yo acostumbrábamos oír misa en San Diego, la parroquia del barrio que desgraciadamente hoy no se tiene en pie. Se celebraba una boda entre un empleado de banca payo y una preciosa gitana ataviada con una flamante corona y un traje a lo Sisí emperatriz, que a nuestros catorce o quince años, nos deslumbraba. Los gitanos en Lorca siempre han estado muy integrados y esos matrimonios mixtos -como ellos dicen- eran bastante corrientes. Una boda de dinero, con invitados de elegante arca encima sin faltar detalle, con sortijones rutilantes ellos y vaporosas gasas ellas; arracadas de oro puro con camafeos preciosos hasta los mismos hombros y collares de cristal facetado con brillos multicolor. Deslumbradas estábamos.
Una nena morenita, preciosa, como de unos tres años vestida de ángel con sus alitas y todo, portaba en una cestica los anillos para los novios y nosotras sin perder detalle, en primera fila bajo la mirada de los invitados más allegados que no se explicaban qué pintábamos allí.

El cura, llegado el momento, hizo la pregunta a ella: -"X, ¿Quieres por esposo a..." "- Sí, quiero -contestó en un hilo de voz la hermosa novia. Después a él: -¿Quieres por esposa a...?"
Nunca el silencio fue tan elocuente como entonces. El oficiante, con sorpresa, volvió a preguntar: -" Fulanito, quieres como legítima esposa a ..." Y esta vez, sí que oímos la respuesta aunque tardó unos segundos en llegar. Era temblorosa, entrecortada, titubeante...-" No...No quiero. No la quiero por esposa..."

La primera y única vez que presencié una cosa así y ya contaré cómo acabó esa penosa escena, pero nunca me ha gustado que en las bodas, tanto civiles como religiosas, esa pregunta de forzoso rigor se la hagan primero a las mujeres...¿Por qué? No me gusta que pueda darse otro caso así en el que un hombre tome esa iniciativa de decir a su enamorada: - "Pues no, rica. Ahora, no te quiero"
Feminista que es una.


jueves, 12 de mayo de 2011

LORCA EN MI RECUERDO

Cuando he visto en la televisión la Iglesia de San Diego en Lorca sin la cornisa, con la fachada golpeada por ese terremoto que ha causado tanto daño y tristeza, un estremecimiento me ha recorrido el cuerpo.

Cada vez que me iba con mis tíos paternos y mis primos a esa bonita ciudad, cuna de sobria elegancia, para disfrutar en su casa unos días de felicidad, dejaba de ser la niña triste en la que me había convertido. Desde la calle del Arquillo una de las más antiguas de Lorca, empedrada, con sabor a Cantigas del Rey Sabio, con espectros de caballeros cristianos flotando en cada rincón, íbamos bajando hasta San Diego para oír diariamente la misa matutina mi prima y yo; velos de encaje al cuello, corriendo por la angosta calle sin las sandalias para no resbalar en los cantos brillantes y gastados de la calzada y...¿por qué no decirlo?: salvaguardar un poco el apreciado calzado "de vestir".

Si ver ruinas siempre es triste, ver ahora la desolación de las gentes vagando por la Avenida de los Mártires, por el Paseo de la Corredera yendo como sin un rumbo fijo que seguir, siento mucha pena. Pase donde pase esta desgracia, la aflicción de las gentes me sobrecoge y aún más si toca de cerca.

Mientras lloramos lo que allí ha pasado y aunque estemos acostumbrados los de mi tierra a ese rilar inesperado a nuestro alrededor bastante continuo, muchos pensamos en lo poquito que somos en estos casos porque nada puede hacerse si la Naturaleza afina su grito demoledor y esos pequeños temblores se convierten en eco atronador de desgracias. Solo nos resta pedir a Dios que las frene y que no se despiste. El único al que podemos recurrir...

viernes, 6 de mayo de 2011

CUENTO PARA NO CONTAR A NIÑOS




Ya que nombré a mis hermanos, he de decir que desaparecieron pronto de mi vida infantil. Los pobres fueron internados en un colegio para huérfanos dignos de las novelas de Charles Dickens y yo me quedé enfermiza, triste y sola con mi madre y su tristeza de viuda joven, sin las historias fantásticas de mi hermano mayor y sin la complicidad de mi segundo hermano.
Mi abuela me obligaba a leer para evitar mi aburrimiento. A ella debo el que me gustase la poesía y aprendiera a declamar bien pronto, pero en cuanto podía, me escapaba a casa de mis tías maternas donde mi dulce tía Chon, soltera, una de las mujeres más buenas que he conocido, tenía para entretenernos a mis primos y a mí otro tipo de diversión: sus cuentos...Cuentos de pedagogía dudosa que jamás he repetido a mis hijos, a cual más tétrico y que hicieron que aún hoy, me asuste la oscuridad, las tormentas y la soledad de las casas viejas. He aquí una muestra, abreviando lo que pueda, cosa que ella no hacía:

Era una vez una madre y su hija que, hartas de pasar hambre, decidieron ir al cementerio y cortar un pedazo de pierna al último muerto, todavía "fresquito" sin olor ni gusanos, para poder comer y sobrevivir.
-Madre -advirtió la hija- Yo creo que eso no está bien.
-Más vale comer que bondad, hija mía. ( No sé si eso era muy edificante)
Y de madrugada, se adentraron en las penumbras del cementerio y cortaron a un difunto un "piacico" de pierna, se dieron un festín cocinando aquella carne con ajos tiernos, ñoras, y tomate y se fueron por la noche a la cama muy satisfechas.
Pero, al dar las doce de la noche, unos aldabonazos en la puerta de entrada, las despertó.
-¡Ay, mamá mía...! ¿Quién será?
-Cállate, hija que quien sea, ya se irá.
Una voz cavernosa y hueca (como la que ponía la tía Chon) se dejó oír.
-¡Mariaaa...! ¡Dame la "pata" que es mía, que subo por el primer escalón.
- ¡Ay, mamá mía...! ¿quién será?
-Cállate, hija mía, mía, que ya se irá -decía la madre diciendo un "mía" más de la cuenta.
-¡¡Noooo!!...¡¡No me vooooy!! ¡¡ Por el segundo escalón estooooyyyy...!!
-¡Ay, mamá mía, mía, mía...!¿quién será? - volvía a preguntar la hija poniéndose pesada también con el "mía" en boca de mi macabra tía Chon. De nuevo con su voz ronca, transformada, haciendo de ventrílocua y narradora psicodélica, ella seguía inmisericorde ante nuestras caras de susto tremendo: -¡¡María, voy por el sextooo... por el séptimooo escalónnn...!!
El cuento, machacón y pesado con el muerto reclamando su trozo de pierna a las infortunadas caníbales, subía de tono cada vez más inquietante a medida que ascendía por los escalones de la escalera interminable de la casa. Mi tía ponía los ojos en blanco...Balbuceaba cada vez que las mujeres hablaban y, en un momento dado...¡¡plaf!! : daba una enorme palmada y con un grito decía :-¡¡¡María, que te cooomooo!!!

Sin palabras. La primera vez casi me muero de susto después de esperar veinte escalones y mi prima Asunción, la misma que tantas veces ha salido por aquí, se orinó de la tremenda impresión.

Perlas del Segura