¡¡MILAGRO!!
Durante el verano y de vez en cuando, mi marido nos invita a la
familia a desayunar en una plaza recoleta cerquita de casa
y de la playa. Él y mi hijo suelen sentarse en la mesa enfrente de
mi nuera y de una servidora, así que ellos, no, pero las dos nos hemos
percatado hoy de un galán que avanzaba a sus espaldas bajo la arcada del porche ojeando un
periódico. Un lujo de hombretón guapo y fornido que andaba con las piernas algo
separadas por culpa de la musculatura de sus muslos o como si el peso de su
masculinidad le impidiese juntarlas más.
Mi nuera se empeñaba en decirme
por “bajines” que mi hijo era más guapo aunque no tuviera tanto músculo. Bueno.
Están recién casados. El caso es que el guaperas se ha sentado en la mesa contigua a la nuestra siguiendo con
la lectura de su periódico llamando la atención de las féminas que se acercaban por el bar.
Llegado el momento, me he
levantado para comprar el pan y, cuando
volvía para despedirme de mi gente porque me adelantaba a casa, he dado un
enorme tropezón contra la base de una gran sombrilla.
Mi marido y los demás con cara de
terror se levantaban para ayudarme y yo, me he asustado mucho viendo lo que se
me venía encima y lo que me esperaba abajo, porque con las manos ocupadas y el gran traspiés, iba derecha
a estrellarme contra las mesas y el empedrado del suelo. Toda yo habría hecho
que me rompiera sin remisión y lo he visto en segundos. Por rápido que se
movilizó mi familia para evitar mi trastazo, el hombre, el chicarrón del
periódico, sin apenas moverse y sin levantarse de la silla, me ha agarrado por
mi brazo derecho y me ha frenado en pleno vuelo poniéndome de nuevo en pie sobre el suelo impidiendo una
desgracia.
–¡¡La
leeeche…!! –es lo único que he dicho mientras volaba, que es mi único y personal
taco cuando me agobio para bien o para mal
Luego, me he puesto a dar las gracias a
mi benefactor diez o doce veces. Y mis hijos, y mi marido…y ¡los vecinos de
mesa…! Todos dando las gracias al hombre que ni se ha inmutado y que solo ha
dicho literalmente:
–No
tiene importancia. Era “obligado” ayudarle, señora.
¿Obligado?
Raro…muy raro. Cuando volvíamos a casa y aún dolorida, le he dicho a todos que
no me he matado gracias a la
oportunidad de ese chico y que era como mi Ángel de la Guarda.
–No
sé, “abueli” si lo del ángel lo dices de verdad,– ha dicho mi nieta Laura– pero
el periódico que estaba leyendo, solo tenía una portada rara y el resto de
hojas estaban en blanco…
–¡¡La
leeeche…!! – he repetido el taco con mosqueo– ¿Qué dices?
¿Imaginación
de la niña? Pues si el periódico era de verdad o no, no lo vamos a saber, pero me gusta pensar que se ha obrado
en mi persona un milagro y me
gusta mirar la huella de unos dedazos en mi brazo que pueden ser de mi ángel
particular. Hermoso y trabajador él. Y mi vecina, que se dice agnóstica y que
también estaba allí y conoció a mi salvador dice, que si los ángeles se parecen
entre ellos, que ya mismo se convierte
.
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