jueves, 17 de mayo de 2012

MARÍA

                                                                 



María es una viejecita de mirada dulce que pide limosna cerca de la puerta principal de la Basílica de Los Desamparados en Valencia. Lleva mucho cuidado de no “pordiosear” —como ella dice– en la misma puerta, porque está feo que los turistas vean  la miseria que hay por España. Chapeau por María.
—Hay miseria en todos sitios, María—le dije—esto es muy penoso.
El otro día me senté en los escalones de La Fuente del Turia con ella mientras la veía mordisquear con la boca inclinada, como de lado, (porque le faltan los dientes de arriba) un hermoso  bocadillo  que alguien le había comprado. Le miré los pies y vi que llevaba  puestas las mismas sandalias descubiertas del  invierno pero ahora, sin el grueso calcetín que le aliviaba el frío y entonces le he observado los dedos en martillo, hechos un gancho y con una uñas montadas las unas sobre las otras, que no sé si existe  alguien muy habilidoso  que supiera poner orden en esos pies.
—¿Por qué no se compra en la farmacia esos tubos de silicona en vez de las tiritas que lleva puestas para proteger los dedos, María? —pregunté inocente.
—Porque valen “dose” euros, cariño. Ya me apaño con los “esparatrapos” y las tiritas. Eso de los tubos es cosa para ricos.
—¿No tiene usted ninguna paga para no tener que estar aquí hasta tan tarde?
 Me contó su historia detalladamente entre el rasgueo de su pronunciación y el seseo de su Córdoba natal.
—Siii…Tengo una paga no contributiva. Yo, después de estar arreglando pescado en el puerto con mi hija a cuestas y helada de frío, nadie me aseguró. Ya ve.
Pide limosna porque su hija le salió algo pendonilla, en boca de ella, de su madre, y abandonó tiempo atrás al marido con un pequeñín de dos años, hasta que ha vuelto arrepentida y con ganas de estar con su hijo.
—¿Qué ha hecho su yerno?
—Pues perdonarla, porque ¿qué otra mujer iba a estar con él si no tiene trabajo? ( Eso es quitar mérito al arrepentimiento filial y lo demás es tontería) Además, mi hija es buena, solo que tonta ¿sabe? Se fió del hombre que se la llevó y que no quería al niño y eso ella no era lo que esperaba. Es buena madre. Antes, iba a una casa a limpiar pero ahora, no “le sale ná” para hacerlo y mientras, pues yo pido para mi nieto que toma aún papillas. Mi paga da para luz, agua, basura y poco más pero somos cuatro bocas. A medio día, vamos a La Fonteta de San Luis que no nos conoce nadie y una monja que va vestida “de mujer” nos pone de comer todo lo que queremos y muy bueno y yo además, con disimulo, cojo algo más de pan o fruta que están sin tocar en las mesas y me lo llevo para la “sena”  que de noche nos apañamos con poco y muy bien.
Se levantó como una exhalación después de pedirme perdón porque otro pobre le iba a quitar el sitio donde ella alargaba su flaca mano. Era su puesto de trabajo.
—“Usté” me perdone, cariño, pero es que estos “sinvergüensas” que piden para beber vino, me revientan. Ahí en ese puesto ya me “conosen” ustedes. Hay que ser serios y me gusta la formalidad.
Efectivamente, un hombre que había llegado andando con toda normalidad empujando un desvencijado carrito para inválidos, lo había colocado donde creyó más conveniente y se había sentado en él cambiando el gesto de su rostro por otro, el  más triste que pudo poner.  Logró echarlo y eso que la veo tan poquita cosa... tan paciente…Sobre todo, la formalidad en el "trabajo" y muy penoso por cierto. Que Dios le ayude y lo de los tubos para los dedos de los pies corre de mi cuenta...



(María…no se llama María, claro)

Perlas del Segura