
No tenía muchas ganas de ir hasta Puerto Lumbreras pero hacía la Primera Comunión, Toñico, un gitanillo hijo de un ex alumno que se empeñó en que tenía que ir a este acto importante para su hijo y toda la familia.
El Toñico, es un crío menudo y renegrido, precioso y con unos ojos pequeños y oscuros que parece que se los hayan puesto pínchados con un lápiz carbón en la cara. Es algo más pequeño que los de su misma edad y la abuela –treinta y siete años que tiene la abuela, cincuenta y cuatro la bisabuela,- dice que no va creciendo como debe porque sabe mucho y así debe ser porque con sus ocho años, ya imita al Camarón y a Farina y entiende de telas, que es a lo que se dedica toda su familia. A eso y a criar caballos desde hace ya muchos años, así que lo de cantar, lo hará en familia o donde la suerte le depare si ha de cantar.
Llevaba puesto para la ocasión de su Primera Comunión un traje de almirante con un montón de galones que le quedaba un pelín grande, pero que mejor, porque así podría aprovecharse para su primo, que viene detrás de él, y para su hermanito chico dentro de unos años. La abuela, le metió al bajo del pantalón un par de dedos y ya estaba.
-No hay que tirar, señorita, que la vida está mú mala…(Lo del “señorita”, es por lo de maestra, ya se sabe, no por alusiones de superioridad)
¡Cómo iba el crío…! No le pusieron la gorra, porque le tapaba la cara y fue un acierto porque ya estaba muy bien tapado como iba.
¿Y los regalos…? ¡Madre, mía! Cosas útiles, que juguetes ya tenía muchos y Toñico, no tenía manos para abrir tanto envoltorio y tanto paquete. Entre ellos, uno especial del abuelo y yo lo pude ver después de la ceremonia. Al salir de la Iglesia y tras los besazos de rigor, el padre ha dicho al niño rodeado de casi todos los que estábamos y que no éramos de la familia, es decir, a los de “cumplido”:
-Toñico, hijo, enseña “la joya”…
Y el comulgante, se ha levantado con muchos esfuerzos, la manga con sus galones dorados, la del brazo izquierdo, y ha dejado ver un reloj que no sé si sería de oro, pero lo parecía, con las horas marcadas por pequeños zirconios que despedían mil destellos a la luz del sol y que nos ha dejado a todos boquiabiertos…
-Le está mú grande, maestra,- me ha dicho el abuelo ( porque la esfera, sobresalía por los lados de la pequeña muñeca ) - pero ya crecerá y siempre se va a acordar de este día tan grande y de su abuelo que se lo ha regalao…
Luego de bien admirado el reloj por los mayores, la madre le ha dicho al crío:
-Corre, hijo mío, ahora enséñaselo a los titos y a los primos. Acércaselo bien al bisabuelo que ya sabes que tiene gafas…
Y allá que se ha ido el Antoñico, despertando toda mi ternura, con los entorchados al codo, almirante de secano, mosquita en nata, con el brazo al aire a enseñar y lucir la joya…